
Hace días que tenía en mi lista mental de cosas pendientes, escribir a cerca del trabajo de Ariana y cómo fue tenerla en mi parto.
Hoy ha pasado algo que me ha hecho pensar tanto en ella, que sin duda, hoy es el día de escribir estas líneas.
Estaba en casa, preparando la comida, y escuchaba una conversación entre mis hijos “mayores” (3 y 5 años) y mi madre, su abuela. Ellos decían que su padre trabaja mucho, porque va todos los días a trabajar. Mi madre decía, que yo, sin salir a trabajar, trabajo mucho más que él. Y ellos que no.
Entonces ella les explicaba que mientras ellos estaban hablando, yo estaba trabajando haciendo la comida, que antes había trabajado levantándome temprano para prepararles para el colegio, y llevarlos, recogerlos, hacer que haya ropa en su cajón, comida en la nevera, vasos limpios para poder desayunar, cuidar al bebé todo el tiempo… Mil cosas mas, y darles la teta todo el día, ¡y toda la noche!
Y mi hijo mediano (que se despierta mil veces de noche, y se la pega entera en la teta y tocándome el pelo) va y dice que yo de noche no doy teta, que yo duermo, porque todas las personas de noche duermen.
Y esto, además de causarme mucha risa, me ha hecho pensar en el trabajo de Ariana.
Si yo no tuviera un vídeo de los últimos 10 minutos de mi parto, pensaría que Ariana en un parto no hace nada, que no trabaja. Lo mismo que piensan mis hijos de mí.
Y esto, que dicho así suena medio feo, es algo mágico. Es mágico porque al ver ese vídeo que dura 10 minutos, ¡solo 10! te das cuenta de que está tremendamente pendiente de miles de detalles que para una parturienta pasan desapercibidos, pero que sin embargo, sin su presencia y sin que ella resuelva esas situaciones, muy probablemente habrían quedado desatendidos, y que son detalles fundamentales para que la mujer que está de parto, no tenga que hacer nada más que eso, parir (que por otra parte es bastante, ¿no?)
Yo parí como la que toma un café con sus amigas. Así me sentí; entre risas, bromas, un rico picoteo (no fueron patatas bravas pero podría haber sido) y la tranquilidad que se tiene cuando una se siente a gusto en un lugar con la gente que le acompaña.
Es muy difícil estar en un lugar, en un ambiente, en un espacio tan íntimo como es un parto en casa y que al mismo tiempo que estás conectada con lo que sucede, nadie sienta que tu presencia interfiere en lo que allí está sucediendo.
Mientras yo paría, sin que nadie se diera cuenta (o al menos, sin que yo lo hiciera), Ari me abanicó medio segundo después de que yo susurrase “qué calor”, con un abanico que fue a buscar ¡antes de que yo dijera nada!; pasó por debajo de la mesa para ni rozarme al ir a buscar papel higiénico, se dio cuenta que desde el punto donde estaba la cámara de vídeo no se iba a ver el nacimiento de mi hijo, y la cambió de lugar segundos antes de que empezase a coronar; me sopló, me acarició, me sostuvo, y lo que más me gusta del vídeo aunque puede que no parezca algo muy importante pero a mi me llena de ternura cada vez que lo veo, y es que calentó en su vientre la toalla con la que mi hijo fue envuelto nada más salir del mío ¿se puede tener una bienvenida más cálida y amorosa?
Esto y muchas cosas más es lo que se ve en 10 minutos de vídeo, 10 minutos de un trabajo invisible para mis ojos en aquel momento, pero que siempre recordaré y agradeceré.
¡Ah! Se me olvidaba hablar de la mano que tiene con los niños, establece una conexión muy natural y muy especial con ellos desde el principio. Pocos adultos pueden relacionarse de ese modo con los niños. Mis hijos cayeron rendidos a sus pies desde el primer momento en que la vieron. Si hay hermanos mayores en el parto, no me imagino mejor compañera para ellos que Ari para vivir ese momento.
Ariel, Dalì, Etna, Marcos y Elsa
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