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Miriam y Luz

   Ariana fue nuestra doula en el embarazo y parto de nuestra segunda hija, Luz.

   La conocí en un encuentro de parejas que organizó mi matrona, Laura, unos meses antes. En principio y por fechas no iba a ser posible que estuviera en el parto, así que aceptamos que sería así. Pero una semana antes nos llamó diciendo que estaba disponible, y nos visitó en casa. Juan, mi pareja, no estaba. Y yo me recuerdo todo ese día nerviosa, expectante, emocionada... así la esperé en casa junto a mi hija mayor Álex, de entonces 4 años.

 

   Una de las razones (una de muchas) por las que optamos por dar a luz en casa, fue no tener que separarnos de Álex, que la llegada al mundo de su hermana fuera un acto natural e íntimo y que ella pudiera ser partícipe en la forma en la que ella quisiera. Pero al mismo tiempo, durante el embarazo, la manera en la que ella se encontrara ese día era nuestra máxima -por no decir casi única- preocupación. Entonces entró Ariana por la puerta, así como es ella, potente, fuerte, directa. Y todos mis miedos se disiparon. Conectó con mi hija de una forma muy bonita y especial y en ese mismo momento supe que todo iría bien. Como mujer además, Ariana me impactó, me “enamoró” en muchos sentidos.

 

   Cuidar. Ariana cuidó. Cuidó de mi hija cuando se despertó y yo estaba de parto. Cuidó de mí porque lo que yo necesitaba era soltar esa preocupación, soltar el control de las necesidades de Álex, y meterme de lleno a vivir mi parto. Cuidó de Juan, que así pudo acompañarme y sostenerme.

 

   Fue un parto rápido, intenso. Creo recordar que avisaron a Ariana y a Álex de que la bebé estaba a punto de nacer y Álex decidió no estar. Pero tengo la imagen grabada de verlas entrar por la puerta en segundos. Mi hija me rodeó y le dió un beso a su hermana “toda roja” como ella dice, que no olvidaré nunca.

 

   Cuidar(nos), apoyar(nos), acompañar(nos). Eso hizo nuestra doula, gracias Ariana.

 

 

Luz, Alex, Juan y Miriam

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