
Ha sido una de las mejores cosas que me ha traído mi reciente maternidad. Antes del día del parto, estuvimos en contacto. Tuvimos que hacerlo un poco express porque me costo tenerlo claro y cuando me decidí para hablar con Ari, estábamos casi ya en la recta final del embarazo. Hicimos varias sesiones por videollamada y nos vimos en un par de ocasiones. La energía fluía, había muy buen rollo. Yo estaba muy a gusto con ella y muy contenta de la decisión que tomamos de contar con ella para la dilatación.
Se iba acercando el día, mi cuerpo iba dando señales, la noche de antes ya sentí que me iba a poner de parto (quizás mi cuerpo me avisaba de que ya quedaba menos). Esa noche como todas las de esa última semana tuve contracciones toda la noche. Muy espaciadas, hasta que empezaron a ser un poco más fuertes y menos espaciadas en el tiempo. Cuando eso ocurrió contacté con Ari, me dijo que le fuera informando.
Seguí en la cama todo lo que pude, cada vez eran más frecuentes las contracciones. Yo iba informando a Ari, hasta que quedamos en que viniera a casa.
Cuando llegó, los tres dimos un pequeño paseo, ya no podía dar muchos pasos seguidos sin que me viniera una contracción. Subimos a casa y Roberto preparó algo de picar. Había muy buen ambiente en la cocina, hablábamos de planes de verano y comíamos pan tostado, cuando tenía una contracción me concentraba en dejarla ir y dejar fluir el dolor que poco a poco subía de intensidad.
Nos tumbamos en el sofá a relajarnos un poco, y cuando la luz empezó a molestarme y la intensidad fue mayor, decidí irme al dormitorio. La cosa empezaba a ser más intensa y las contracciones eran más fuertes y frecuentes. En un momento la intensidad subió de golpe y comenzaron a hacerme masajes en los muslos, ¡madre mía! ¡Qué maravilla! Cuando venía la contracción lo hacían y os puedo asegurar que ayudaba muchísimo. Ari le mostró a Rober cómo darlos y se fueron turnando para hacerlo. No sabéis que ambiente se creo, que atmósfera más bonita había, entre contracción y contracción, disfrutaba de ese relax y esa paz que había. Me lo decía a mi misma.
Después cuando los masajes empezaron a quedarse cortos empezaron a aplicar también calor... ¡qué gozada! Esos detalles marcaban la diferencia en cada contracción.
No se qué hora sería, pero recuerdo pensar, no tengo hambre pero no se cuantas horas llevo sin comer, debería comer algo (es muy importante estar bien descansada, hidratada y comida) no sabes cuántas horas vas a estar así. Eso me lo recordaba Ari en cada consulta que hacíamos y se me quedó bien grabado.
Recuerdo esos macarrones con chorizo que nos preparó Rober con un cariño y un amor indescriptible, y que me supieron a gloria. Me senté en la pelota de pilates, (en la cama estaba ya incómoda) y cuando me venía la contracción me apoyaba en Roberto y me relajaba al máximo posible, al pasar la contracción comía unos pocos macarrones. Por glotona, me comí un par de contracciones con la boca llena jajaja bien que nos reímos, ¡se veía venir!
Cada contracción seguía subiendo la intensidad, a veces las primeras contracciones que subía la intensidad me costaba mantenerme serena pero en un par de contracciones las tenía más controladas y las dejaba ir.
En un momento dado sentí la necesidad de ir al baño y allá que fuimos en comitiva, nos costó llegar dos contracciones. Y nada más conseguir sentarme Ari noto como empuje y me dijo: “estate atenta a la siguiente contracción a ver si sientes una gran necesidad de empujar” y así fue. En ese momento empezamos a prepararnos para ir al hospital.
Ariana me ayudó a darme una ducha mientras Roberto ultimaba la bolsa para el hospital. Después me vestí, lo que costó otra eternidad y muchas contracciones más. Ya estaba lista para salir, las contracciones cada vez eran más fuertes. Mientras Roberto iba a preparar el coche recuerdo de abrazarme a Ariana y dejarme ir lo que podía, cada vez era más difícil. Nos costó bajar al coche. Ari me acompañaba de la mano. Por fin, entramos en el coche y no podía sentarme, era imposible. Así que me coloqué en cuclillas o apoyada en las rodillas, ya no lo recuerdo bien. Lo que recuerdo perfectamente es abrazarme al cuello de Ariana, e intentar dejar fluir cada una de las contracciones. En el coche esa tarea fue imposible. Ari me dijo: “en la próxima contracción o en las dos siguientes vas a romper aguas”, y efectivamente, en la siguiente contracción rompí aguas, menos mal que llevábamos una toalla porque salió un montón de agua, menuda sensación más rara.
Ya estábamos cerca, cuando íbamos a llegar nos pasamos el camino, y yo me quería bajar y llegar andando, que ilusa, menos mal que no lo hice. Cuando estaba en la puerta de urgencias bajé y no podía dar dos pasos...
Aquí me tocaba despedirme de Ari, pero nos volveríamos a ver muy pronto ya con la nueva integrante de la familia. Ya que contamos con ella también para asesorarnos durante la lactancia, otro acierto.
No podré nunca agradecerte lo suficiente esta experiencia. Gracias a ti pude tener el parto que yo deseaba. Sin instrumentos, a mi ritmo y escuchando a mi cuerpo. Gracias por todo, por tu experiencia, tu sonrisa, tus conocimientos y cada mimo y consejo que nos has dado. Te querremos siempre.
Jessi
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